
Esta historia la relata Kasparov en su libro "Como la vida imita al ajedrez" acerca de la fantasía en el ajedrez...
"¿Cómo es posible que los caballos de Tal parecieran más ágiles y sus alfiles más rápidos que los de otros Grandes Maestros? Tenía una capacidad de cálculo enorme y esa era solo una pequeña faceta de su talento. Tenía la habilidad para saber cuándo el cálculo por sí solo no bastaba para resolver el problema, tal como lo declaró en una famosa entrevista, donde comentaba sus pensamientos durante una partida complicada contra el GM soviético Vasiukov y sopesaba la conveniencia de sacrificar un caballo...
Las ideas se agolpaban en tropel. Yo había trasladado una sutil respuesta para mi oponente, que había funcionado en una ocasión, a otra situación donde naturalmente resultó bastante inútil. De manera que tenía la cabeza llena de un caótico montón de movimientos de todas clases, y del famoso "abanico de variables" del que los preparadores te recomiendan que cortes las ramas más pequeñas, que en ese caso se expandía con una velocidad increíble.
Y entonces, de pronto, por la razón que sea, recordé el famoso pareado de Kornay Chukosvki (un poeta que los niños de la Unión Soviética conocían muy bien)
Oh, que tarea tan dura fue arrastrar al hipopótamo fuera del estanque
No sé por qué tipo de asociación apareció el hipopótamo en el tablero de ajedrez, pero aunque los espectadores estaban convencidos de que yo seguía estudiando la posición, en aquel momento solo intentaba averiguar: ¿cómo se arrastra a un hipopótamo fuera de un estanque? Recuerdo que pensé en palancas y en gatos hidráulicos, en helicópteros, en incluso una escala de cuerda. Tras considerarlo durante largo rato, admití mi fracaso como ingeniero, no sin cierto resquemor <> y de repente, el hipopótamo desapareció. Se fue del tablero de ajedrez tal como vino. Repentinamente. Y al instante, la posición no me pareció tan complicada. En aquel momento de algún modo me dí cuenta de que era imposible calcular todas las variantes, y que sacrificar un caballo era, por su propia naturaleza, puramente intuitivo. Y dado que auguraba una partida muy interesante, no pude evitar hacerlo.
Y al dia siguiente, me encantó leer en los periódicos que Mijail Tal, tras pensar detenidamente en la posición durante cuarenta minutos, y calculando minuciosamente, sacrificó una pieza...
Es un ejemplo típico del ingenio de Tal, y de su clarividencia para encontrar la solución a un problema. Se dio cuenta de que era un error intentar arreglar algo con una llave inglesa, cuando lo que necesitaba era un martillo. Incluso su mente imaginativa necesitaba en ocasiones un empujoncito para cambiar de marcha"